20 may 2014

Operación Fall Gelb y la invasión de Francia, 1940


Bliztkrieg en el oeste.

La "drôle de guerre" entre Alemania y Francia se transforma en una guerra real.


El ataque. 


El 10 de mayo de 1940 la Wermacht irrumpe en Holanda. La Operación Fall Gelb, que se había aplazado desde unos días antes, se inicia con la ofensiva de la Luftwaffe bombardeando aeropuertos y lanzando paracaidistas.
Convencido por la rápida victoria en Polonia, y tras un planeamiento no exento de algunas reticencias por parte de los generales, Hitler lanza su Blitzkrieg sobre el frente occidental con 141 divisiones del Heer y la cobertura táctica de 2 flotas aéreas de la Luftwaffe.


En respuesta, el general francés Gamelin ordena activar el Plan Dyle para acudir a la llamada de auxilio de los gobiernos belga y holandés. Este plan, criticado por los mandos británicos al priorizar más las razones políticas que las estratégicas, consistía en cruzar la frontera franco-belga con el 1º y 9º Ejército francés y el Cuerpo Expedicionario Británico (BEF), moviendo además al 7º Ejército francés de Giraud hasta Breda en Holanda, prescindiendo así de un estratégico y vital cuerpo de reserva. Los franceses esperaban que los alemanes repitiesen la estrategia de la Primera Guerra Mundial, la cual tenían estudiada y prevista; pero no contaban que dicha estrategia se modificara en febrero de 1940 a instancias de Von Manstein. 


El plan de Manstein se basa en un ataque rápido y contundente sobre el sector central, en detrimento del flanco derecho encargado de atacar el norte de Bélgica y Holanda. El Grupo Centro debe romper las defensas del río Meuse y avanzar hasta el estuario del Somme para aislar a las fuerzas francesas adentradas en Bélgica. Al mismo tiempo, el flanco sur tiene como objetivo fijar a las defensas francesas del Rin y en particular las de la Línea Maginot. El plan es ambicioso y arriesgado, ya que requiere atravesar los densos bosques de las Ardenas por estrechos caminos con grandes contingentes de blindados e introducirlos directamente en el corazón del dispositivo defensivo francés; para lograrlo, se han asignado 10 Panzer Divisionen con la misión de sorprender a las fuerzas rivales.





 Enfrente, los franceses prefieren confiar en su estrategia defensiva. Gamelin es consciente de que su ejército no está preparado para el envite, como tampoco lo está la aviación (la Marina por contra era muy potente), pero ante un ataque alemán no quedaba otro remedio que afrontar la guerra. Disponen de tres ejércitos de 89 divisiones (incluidas 9 británicas) cubriendo las líneas desde el Atlántico hasta Metz y el bajo Rin. La reserva se compone de otras 29 divisiones adicionales, preparadas incluso para intervenir en Suiza si esta llegase a ser atacada por Alemania. El Grupo de Ejército A asigna 8 divisiones motorizadas y una acorazada -las más modernas- para adentrarse en Bélgica.

A pesar de este enorme despliegue la defensa francesa dejaba descubierta el área de las Ardenas, considerada un obstáculo natural infranqueable para grandes contingentes. Confiaban en que un avance alemán por esa zona sería realizado con escasas  fuerzas fáciles de detener, ignorando un viejo axioma militar: <<Todo obstáculo defensivo sin potencia de fuego, es un obstáculo inútil...>>. Kilométricas columnas de blindados y vehículos alemanes, amontonadas en las estrechas carreteras y pistas forestales, esperaban la orden para irrumpir por sorpresa en el costado de las defensas francesas.



El avance imparable.


      Los acontecimientos se precipitan el mismo primer día del ataque; mientras las Panzer Divisionen se mueven en secreto hacia Las Ardenas, en el norte los alemanes lanzan paracaidistas sobre La Haya y los aeródromos. El pequeño ejército holandés, superado por las fuerzas de Von Bock, no puede resistir, al tiempo que las tropas francesas de Giraud no llegan a tiempo. La maniobra Breda del Plan Dyle ha fracasado. Para colmo la Luftwaffe realiza un devastador bombardeo urbano sobre Rotterdam, cuya escala sin precedentes en Europa aterroriza el país. Holanda se rinde en apenas 4 días.

     En Bélgica el escenario no es más alentador: dos comandos aerotransportados toman varios puentes estratégicos sobre el canal Alberto, mientras otro de zapadores paracaidistas logra asaltar y rendir el mítico fuerte Eben Emaël, joya de la defensa belga considerada inexpugnable.
 




Entre tanto dos Panzer Divisionen al mando de Hoeppner alcanzan la estratégica ciudad de Maastrich, colapapsando las defensas belgas en una sola jornada. Intentarán seguir resistiendo, pero con un ejército en ruinas, los aliados en retirada y un millón de civiles desplazados por las carreteras, el 28 de mayo el rey Leopoldo III ordena la capitulación del país. 







Al mismo tiempo, el Cuerpo Expedicionario Británico llega para cubrir posiciones en la línea del Dyle y el 1º Ejército francés y alcanza Namur, donde aguantan a duras penas para permitir el repliegue de los belgas. Más al sur, dos cuerpos blindados de Von Kleist cruzan el Mosa; las PzD de Rommel vadean por Île d´HOux en Bélgica y las PzD de Guderian por Sedán en Francia, apoyados por ataques en picado de los Stukas que destruyen a la artillería de campaña francesa permitiendo a los ingenieros construír puentes y barcazas para que vehículos y tropas crucen el río Mosa.


       El día 14, unos pocos destacamentos franceses intentan contratacar, pero fracasan. Amenazados por Rommel desde el norte y cortados en Sedán, se ordena el repliegue a la frontera, exceptuando el 1er. Ejército que debe replegarse hasta el río Escault. Pero la pinza alemana que parte desde Sédan pronto aísla a los aliados. Los tanques de Guderian alcanzan la desembocadura atlántica del Somme en Abbeville a una velocidad que sorprende a los aliados e impresiona al mismísimo Adolf Hitler. Mientras Hoth sobrepasa Arras y Reinhardt alcanza Saint Omer, a la infantería le cuesta seguir ese ritmo endiablado que discurre por un largo pasillo de 100 kilómetros y escaso ancho, dejando vulnerables los flancos. En un intento de respuesta, el poco conocido entonces general Charles De Gaullecon su 4ª División acorazada, ejecuta un veloz contrataque contra las 2ª y 4ª PzD, usando la misma táctica militar alemana que él mismo había estudiado. Consigue un cierto éxito inicial, pero sin infantería que le siga no consigue consolidar el avance. La suerte ya estaba echada.














El 20 de mayo la situación es crítica para los franceses. Aunque los flancos de las divisiones Panzer están desprotegidos; un contrataque aliado de norte a sur coordinado con otro desde el Somme hacia el norte tendría posibilidades de éxito. El OKH alemán temía que un golpe así llevaría al traste su estrategia de ataque relámpago. El mismo Gamelin lo tenía planeado, pero había sido relevado del mando el día 19. En un último intento, el Cuerpo Expedicionario Británico de Lord Gort lanza una ofensiva desde Arras, que pone en serios aprietos a la 7ª División Panzer, pero la falta de recursos y la escasa visión táctica del nuevo comandante francés, Maxime Weygand, diluyen cualquier posibilidad de victoria aliada.



 Por el contrario, el dispositivo alemán se consolida. El progreso de Von Bock en suelo belga aísla a 46 divisiones aliadas embolsado a un millón de soldados, al tiempo que otro millón de civiles desplazados bloquean las carreteras en un caótico éxodo. Para el 24 los alemanes toman Boulogne: ya sólo existe una posición francesa entre Lille y el Atlántico, pero defendida por 2 divisiones de segunda clase, resulta insuficiente. A los británicos de Gort únicamente les quedan alimentos y munición para 10 días de combates. Sólo queda elegir entre una solución de emergencia o la capitulación.


 Ese mismo día el gabinete de guerra inglés ordena a Gort el reembarco de todo el material de guerra pesado en el puerto de Le Havre; ante la imposibilidad de mantener las líneas en Arras, el 25 el Cuerpo Expedicionario británico comienza un repliegue en movimientos concéntricos hacia Dunkerque, preparando la evacuación de todo el material y tropas posibles. Un plan que Churchill había ya ordenado organizar desde el día 19 bajo el nombre de "Operación Dynamo", que a la postre resultó ser todo un hito logístico en la historia militar logrando evacuar a unos 340.000 hombres británicos, franceses y belgas, aunque sin material, y que merece su propio capítulo.




El colapso final.


Tras la evacuación de Dunkerque, Weygand ya sólo contaba con apenas 71 divisiones, incompletas, dispersas y casi incomunicadas, frente a las 139 divisiones alemanas ya reorganizadas. Para agravar la situación, la Luftwaffe dominaba completamente los cielos, ametrallando y bombardeando columnas militares y en no pocas ocasiones atacando a filas de refugiados civiles. Algunas unidades francesas todavía resisten heróicamente, pero los blindados alemanes van alcanzando objetivos uno tras otro, con Rommel y Guderian como puntas de lanza, llegando uno al Sena y el otro al Mosa.




     El 10 de junio marcó el colapso definitivo de Francia. Su ejército y aviación se encuentran en penosa situación: sin reservas y en retirada a lo largo del todo el frente, con todas sus divisiones desorganizadas, mal comunicadas y mezcladas entre sí. Sólo el Grupo de Ejército 2 mantenía cierta cohesión, junto a las defensas del frente alpino, que resiste la embestida traicionera del esercito italiano.
 El 12 de junio Weygand declara ante consejo de ministros que la guerra está perdida y que "se impone un cese de las hostilidades".



 A pesar de ello, la Wermacht prosigue su avance arrollador; el 13 de junio Von Kleist sobrepasa París, declarada "ciudad abierta" por las autoridades francesas para que no sufriese bombardeos. El 14 de junio la capital es ocupada. Hoth se dirige rápidamente a Bretaña, en donde los ingleses logran escapar reembarcando en Cherburgo justo antes de la llegada alemana. En el este, la invasión llega el 17 a la frontera con Suiza, flanqueando la Línea Maginot por su retaguardia. En el sector centro, con las defensas franceses en desbandada, los alemanes superan rápidamente el Sena y el Loira.


El 16 de junio, un abrumado Paul Reynaud dimite como presidente del Consejo, siendo sustituído por Philippe Pétain, héroe de la Gran Guerra de 1914-18. El veterano mariscal solicita de inmediato un armisticio a los alemanes, que aceptan firmar el día 22. Sin embargo las tropas francesas atrincheradas en la Línea Maginot no se rendirían hasta principios de julio, y la 6º división del general Orly siguió combatiendo en los Alpes contra los italianos de frente y los alemanes al costado hasta el 25 de julio. 


Armisticio


El día 17 de junio Pétain anuncia por radio al país y a las fuerzas armadas que había llegado la hora de finalizar los combates: 90 mil muertos, 200 mil heridos, casi 2 millones de soldados hechos prisioneros y millones de civiles desplazados por las vías del país constituyen un poderoso motivo para detener la lucha. 


      Ante su terrible posición, Francia se enfrentaba a tres posibles soluciones: 
  • capitulación y rendición total de sus fuerzas armadas
  • continuar la guerra desde las colonias de áfrica y ultramar, apoyados en su todavía poderosa marina de guerra
  • el propio Armisticio propuesto por la nueva autoridad de Pétain
La primera alternativa era impensable, debido al acuerdo firmado con el Reino Unido el 28 de marzo de 1940, que prohibía negociar la paz por separado; los ingleses únicamente la consentirían si la aviación y la marina francesa abandonaban el continente hacia las colonias de África y los puertos británicos. La alternativa de seguir luchando desde África habría supuesto que Hitler atravesara España con la aprobación de Franco hacia las colonias norteafricanas para atacarlas e invadirlas.

El 18 de junio, De Gaulle, que había llegado a Inglaterra tras una rocambolesca huída, hizo un llamamiento radiofónico desde Londres para que Francia no se rindiera y continuase el combate, pero en ese momento todavía estaba solo... El 22 de junio, en Compiègne, en el mismo vagón de tren donde Alemania había firmado el armisticio de 1918, el mariscal Keitel firma el armisticio por el Reich y el general Huntziger por Francia, con un exultante Hitler que se baja del vagón antes de la firma para humillación de los franceses, e incluso se atreve con un pequeño baile de victoria para los fotógrafos.
El 23, enviados franceses firman en Roma otro armisticio ante Mussolini, que quería exhibir su propio momento de gloria ante el pueblo italiano.





       En tan solo 45 días la eficiente máquina de guerra alemana había conseguido subyugar tres países (cuatro si incluímos Luxemburgo), destruír 8 divisiones holandesas, 22 belgas y 94 francesas, además de hacerse con todo el material del Cuerpo Expedicionario Británico. Aunque también dejaba algunas dudas para algunos altos mandos: a pesar de la gran victoria conseguida, la Wermacht había mostrado debilidades organizativas, dejando además un sangriento reguero de 45.000 muertos o desaparecidos y 138.000 heridos.

 A finales de junio de 1940 toda la fachada atlántica, desde el círculo polar ártico en Noruega hasta la frontera franco-española, quedaba bajo control de la Alemania nazi. El  próximo y evidente objetivo de Hitler estaba claro: conseguir la rendición de Gran Bretaña antes de mirar hacia el este.   












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